Naufragio

Bien, os hablaré del naufragio.  Había un chico y una cajita. En la cajita había cosas como “Dijo que deberíamos guardar el amor en un tupper. No sé qué quiso decir pero él tampoco”, o  “Luciérnagas en la luz, han pasado la noche golpeándose, una y otra vez”. No recuerdo más notas pero sé porqué recuerdo estas dos. Yo era una luciérnaga tozuda y el amor se estaba estropeando.  La cajita era el centro de todo. Albergaba todas las cosas buenas, las que se pueden tocar y las que no. El día que me la lanzó a la cabeza me di cuenta de que ya nos habíamos vuelto locos. Volver de la locura no es fácil, pero quedarse tampoco lo es. Yo decidí volver. No sé si él volvió. Me lo he encontrado alguna vez. No a él, a su cuerpo pero deshabitado de él y ocupado por otro. A ese no lo conozco. Por lo que a mí respecta él murió. Ya os adelanto que el chico muere y que esta no es una historia de amor. Es un naufragio. Así lo llamé siempre. Seguramente porque yo también morí. Morí  y me ahogué, pero por este orden.

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