Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2019

Santísima trinidad

Llueve. Hay una chica esperando a cruzar la calle, a mi lado, no tiene paraguas. Al verla aún no lo pienso, tardo un poco en reaccionar. Miro mi propio paraguas y a la chica. Me visualizo cubriéndola con él. ¿Qué decir? Imagino algunas frases ¿Necesitas que te tape? Imagino respuestas. Una respuesta. No.   Y una mirada desconfiada. Imagino que es esa clase de adolescente esquiva. Tiene esa edad. Me imagino a mí misma con su edad. No quería llevar paraguas, no sé por qué   en aquel entonces ninguno   queríamos. No nos veíamos guapos con él, creo. No sé si los adolescentes siguen siendo así, pero esta mañana no llovía, recuerdo, ha empezado hace poco. Seguramente viene del instituto. La lluvia le ha pillado desprevenida y se está empapando.   Me invade una profunda tristeza por la chica y por mí. Sobre todo por mí, que ya he decidido que no haré nada. La vergüenza me paraliza. Un miedo de intensidad desconcertante a hacer algo fuera de los márgenes. No, ya no lo hare. Podría haberlo he

Momento

Sólo un momento cerrar los ojos sentir el aire entrar Ver horizontes Quedarme en mí Sentarme en mí Buscar el techo en mí Ver que no hay

Ardiendo

Hija, hay algo dentro de mí ardiendo, brillando. Desbordándose. Un hambre, un rugido, un látigo. Temo que esa larva también esté en tu carne. Ahora, sin embargo, los días se suceden limpios y ordenados. Todo está lleno de ti, este horizonte. Tú eres fresca, alegre, fuerte. Impaciente también. Y   hueles a leche y a bondad. Yo sé que eso sigue ahí, agazapado callado-callado. Alimentándose. Hija, hay algo dentro de mí. Una sombra. Y temo que te alcance y a la vez temo que no te toque nunca.

Naufragio

Bien, os hablaré del naufragio.   Había un chico y una cajita. En la cajita había cosas como “Dijo que deberíamos guardar el amor en un tupper. No sé qué quiso decir pero él tampoco”, o   “Luciérnagas en la luz, han pasado la noche golpeándose, una y otra vez”. No recuerdo más notas pero sé porqué recuerdo estas dos. Yo era una luciérnaga tozuda y el amor se estaba estropeando.   La cajita era el centro de todo. Albergaba todas las cosas buenas, las que se pueden tocar y las que no. El día que me la lanzó a la cabeza me di cuenta de que ya nos habíamos vuelto locos. Volver de la locura no es fácil, pero quedarse tampoco lo es. Yo decidí volver. No sé si él volvió. Me lo he encontrado alguna vez. No a él, a su cuerpo pero deshabitado de él y ocupado por otro. A ese no lo conozco. Por lo que a mí respecta él murió. Ya os adelanto que el chico muere y que esta no es una historia de amor. Es un naufragio. Así lo llamé siempre. Seguramente porque yo también morí. Morí   y me ahogué, pero po

Vaso

A veces soy sola como este vaso en la mesa y su poquito de leche. Quieta,  escucho.  No os oigo y creo que no me oís. Vuelvo a rodar bajo la cama, como   de niña, donde duele menos olvidar los milagros.