Entradas

Bebé

Tengo un bebé adentro. Es muy pequeño, apenas mide un centímetro, pero es muy fuerte. Me abre el pecho  con cuchillos amarillos y me hace llorar llantos viejos. A veces más viejos que yo. De otras caras, de otro mundo de hierba y sol. Y soledades que no son mías me arden en la boca como un grito que alguien se hubiera tragado y  hubiera quedado en algún rincón de nosotros, olvidado, entre las cosas de la casa, haciéndose invisible de tan visto. Estando siempre ahí, al lado de una cajita y una foto. Los hombres y mujeres que me trajeron aquí, todos lo llevaron dentro. Y ahora bebé lo quiere fuera. Quiere que suba al monte. Me hace ser un erizo del revés. Me hace caracol. Me cuenta que cuando yo medía así, sólo un centímetro, también la hacía llorar a ella. Para que saliera el grito heredado al mundo.

Miguel

Hubo un tiempo para dejarnos abrasar al sol cuando la vida no parecía de hormigón si no de otra sustancia más dúctil y nosotros le hacíamos de todo. La doblábamos, la retorcíamos y no pasaba nada. Yo te encontré ahí, en medio de todo aquello, como un raro diamante. Y supe, lo supe de inmediato, que nos íbamos a quedar juntos. Así, sin motivo aparente. Sólo porque alguna fuerza inexplicable nos ligaba, a pesar de nosotros, a través de los años y los duelos a aquel momento y a aquella certeza de que jamás habíamos estado solos

Parque

La noche en el parque se pone coqueta, colorada olorosa a hierba, a primavera y a mimosa. Él está aquí, a mi lado, pero está lejos. Lejos a mil kilómetros de aquí, en alguna parte. En una nube de humo y de hachis, envuelto. Le miro desde fuera de su mundo. Está contento. Sonríe cuando fuma y me habla de no se qué cosas raras. No le entiendo. Él sonríe, habla, fuma. Yo soy la mujer más triste de la tierra, más sola, más lejana. Casi le puedo ver desde la luna. Casi le oigo reír, casi le toco. Casi le coso a besos (casi nada). Casi le muerdo el alma y no la encuentro. Tengo tanto dolor… pero sonrío. Él me entrega una nube muy vacía sin rastro de quien la habitaba hace un momento. Adios, amor, adiós. Hasta mañana. Casi mejor me voy, estoy llorando. Tú no te pongas triste por mi llanto, será que tengo alergia a las mimosas.

Ejército

Tengo dentro un ejército de diminutos cupidos malcriados que me están sangrando, poco a poco, obedeciendo tus órdenes. Me arañan las paredes de los órganos blandos, con las uñas. Hacen emboscadas en mi sistema nervioso, tantas bocas. Yo lo noto como me voy llenando de contagiosos corazones rosas. Hay movimientos estratégicos para conquistar los últimos reductos de orgullo, de la bilis. Y esta inquietud; El enemigo está dentro. Y come rápido.

Mamá

Yo quisiera haber cabido en el espacio destinado a mí, pero no pude. Quisiera haber sido más pequeña y ordenada. Haberme ganado más amor y aquel amor de infancia no haberlo derrochado así como creyendo que crecería en los árboles para ver luego que no, que no había nada y era invierno. Y siguió siendo invierno muchos años. Yo quisiera haber cabido en tu mirada azul. Ser mejor hija. No haberte hecho enfadar ni entristecer. No haberte hecho temer, a fin de cuentas. Yo quisiera haberme podido resumir o resolver un poco más, un poco antes, algo mejor, más claramente. Y no pude, mamá, no pude ser más dócil, menos rara. No supe hacerlo, mamá. Hubiera querido. Yo quisiera no oír tanto este silencio. No darme cuenta de cuánto duele aún detrás del disimulo cotidiano. Te digo la verdad, abrir la herida, quiero, ver el fondo, ponerla al aire, al sol, no por avergonzarte. Quiero curarla, mamá. No sé si pueda.

Nosotras

Nosotras las mamás ya hemos atravesado la noche. Ya hemos tenido miedo. Mucho. El más atroz. Y lo hemos traído de la mano a este lado de las cosas. Ya hemos amamantado la pena y la hemos cargado por pasillos insomnes arriba y abajo de la casa. Ya hemos arrullado la rabia y le hemos cantado bajito y la hemos hecho dormir. Nosotras las mamás ya hemos vuelto del borde de la vida. Cansadas, sí, opacas y hambrientas. Despeinadas y decididas a ayudarte a cruzar.

Bálsamo de tigre

Este olor me ha puesto nostálgica. Tanto, que he vuelto a vestirme con la ropa de ayer para seguir oliéndolo y dejarme abrir el recuerdo. El recuerdo doble de mis dos novios terrícolas; un capricornio y un virgo. Ninguno en concreto, ambos usaban este bálsamo de tigre. Y el olor permanece pegado al recuerdo, o más bien al contrario, el recuerdo al olor. Pero la nostalgia no es por ellos, es por mí. Es a esa yo a la que siento a faltar, y sin embargo, no hay duda que fueron tiempos peores aquellos. Y yo también peor para conmigo. Pero hay algo-algo-algo que he perdido desde entonces . No logro descifrarlo y lo peor, más que la pérdida, es el olvido.

Santísima trinidad

Llueve. Hay una chica esperando a cruzar la calle, a mi lado, no tiene paraguas. Al verla aún no lo pienso, tardo un poco en reaccionar. Miro mi propio paraguas y a la chica. Me visualizo cubriéndola con él. ¿Qué decir? Imagino algunas frases ¿Necesitas que te tape? Imagino respuestas. Una respuesta. No.   Y una mirada desconfiada. Imagino que es esa clase de adolescente esquiva. Tiene esa edad. Me imagino a mí misma con su edad. No quería llevar paraguas, no sé por qué   en aquel entonces ninguno   queríamos. No nos veíamos guapos con él, creo. No sé si los adolescentes siguen siendo así, pero esta mañana no llovía, recuerdo, ha empezado hace poco. Seguramente viene del instituto. La lluvia le ha pillado desprevenida y se está empapando.   Me invade una profunda tristeza por la chica y por mí. Sobre todo por mí, que ya he decidido que no haré nada. La vergüenza me paraliza. Un miedo de intensidad desconcertante a hacer algo fuera de los márgenes. No, ya no lo hare. Podría haberlo he

Momento

Sólo un momento cerrar los ojos sentir el aire entrar Ver horizontes Quedarme en mí Sentarme en mí Buscar el techo en mí Ver que no hay

Ardiendo

Hija, hay algo dentro de mí ardiendo, brillando. Desbordándose. Un hambre, un rugido, un látigo. Temo que esa larva también esté en tu carne. Ahora, sin embargo, los días se suceden limpios y ordenados. Todo está lleno de ti, este horizonte. Tú eres fresca, alegre, fuerte. Impaciente también. Y   hueles a leche y a bondad. Yo sé que eso sigue ahí, agazapado callado-callado. Alimentándose. Hija, hay algo dentro de mí. Una sombra. Y temo que te alcance y a la vez temo que no te toque nunca.