Entradas

Mostrando entradas de enero, 2020

Parque

La noche en el parque se pone coqueta, colorada olorosa a hierba, a primavera y a mimosa. Él está aquí, a mi lado, pero está lejos. Lejos a mil kilómetros de aquí, en alguna parte. En una nube de humo y de hachis, envuelto. Le miro desde fuera de su mundo. Está contento. Sonríe cuando fuma y me habla de no se qué cosas raras. No le entiendo. Él sonríe, habla, fuma. Yo soy la mujer más triste de la tierra, más sola, más lejana. Casi le puedo ver desde la luna. Casi le oigo reír, casi le toco. Casi le coso a besos (casi nada). Casi le muerdo el alma y no la encuentro. Tengo tanto dolor… pero sonrío. Él me entrega una nube muy vacía sin rastro de quien la habitaba hace un momento. Adios, amor, adiós. Hasta mañana. Casi mejor me voy, estoy llorando. Tú no te pongas triste por mi llanto, será que tengo alergia a las mimosas.

Ejército

Tengo dentro un ejército de diminutos cupidos malcriados que me están sangrando, poco a poco, obedeciendo tus órdenes. Me arañan las paredes de los órganos blandos, con las uñas. Hacen emboscadas en mi sistema nervioso, tantas bocas. Yo lo noto como me voy llenando de contagiosos corazones rosas. Hay movimientos estratégicos para conquistar los últimos reductos de orgullo, de la bilis. Y esta inquietud; El enemigo está dentro. Y come rápido.

Mamá

Yo quisiera haber cabido en el espacio destinado a mí, pero no pude. Quisiera haber sido más pequeña y ordenada. Haberme ganado más amor y aquel amor de infancia no haberlo derrochado así como creyendo que crecería en los árboles para ver luego que no, que no había nada y era invierno. Y siguió siendo invierno muchos años. Yo quisiera haber cabido en tu mirada azul. Ser mejor hija. No haberte hecho enfadar ni entristecer. No haberte hecho temer, a fin de cuentas. Yo quisiera haberme podido resumir o resolver un poco más, un poco antes, algo mejor, más claramente. Y no pude, mamá, no pude ser más dócil, menos rara. No supe hacerlo, mamá. Hubiera querido. Yo quisiera no oír tanto este silencio. No darme cuenta de cuánto duele aún detrás del disimulo cotidiano. Te digo la verdad, abrir la herida, quiero, ver el fondo, ponerla al aire, al sol, no por avergonzarte. Quiero curarla, mamá. No sé si pueda.

Nosotras

Nosotras las mamás ya hemos atravesado la noche. Ya hemos tenido miedo. Mucho. El más atroz. Y lo hemos traído de la mano a este lado de las cosas. Ya hemos amamantado la pena y la hemos cargado por pasillos insomnes arriba y abajo de la casa. Ya hemos arrullado la rabia y le hemos cantado bajito y la hemos hecho dormir. Nosotras las mamás ya hemos vuelto del borde de la vida. Cansadas, sí, opacas y hambrientas. Despeinadas y decididas a ayudarte a cruzar.

Bálsamo de tigre

Este olor me ha puesto nostálgica. Tanto, que he vuelto a vestirme con la ropa de ayer para seguir oliéndolo y dejarme abrir el recuerdo. El recuerdo doble de mis dos novios terrícolas; un capricornio y un virgo. Ninguno en concreto, ambos usaban este bálsamo de tigre. Y el olor permanece pegado al recuerdo, o más bien al contrario, el recuerdo al olor. Pero la nostalgia no es por ellos, es por mí. Es a esa yo a la que siento a faltar, y sin embargo, no hay duda que fueron tiempos peores aquellos. Y yo también peor para conmigo. Pero hay algo-algo-algo que he perdido desde entonces . No logro descifrarlo y lo peor, más que la pérdida, es el olvido.