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Mostrando entradas de febrero, 2020

Bebé

Tengo un bebé adentro. Es muy pequeño, apenas mide un centímetro, pero es muy fuerte. Me abre el pecho  con cuchillos amarillos y me hace llorar llantos viejos. A veces más viejos que yo. De otras caras, de otro mundo de hierba y sol. Y soledades que no son mías me arden en la boca como un grito que alguien se hubiera tragado y  hubiera quedado en algún rincón de nosotros, olvidado, entre las cosas de la casa, haciéndose invisible de tan visto. Estando siempre ahí, al lado de una cajita y una foto. Los hombres y mujeres que me trajeron aquí, todos lo llevaron dentro. Y ahora bebé lo quiere fuera. Quiere que suba al monte. Me hace ser un erizo del revés. Me hace caracol. Me cuenta que cuando yo medía así, sólo un centímetro, también la hacía llorar a ella. Para que saliera el grito heredado al mundo.

Miguel

Hubo un tiempo para dejarnos abrasar al sol cuando la vida no parecía de hormigón si no de otra sustancia más dúctil y nosotros le hacíamos de todo. La doblábamos, la retorcíamos y no pasaba nada. Yo te encontré ahí, en medio de todo aquello, como un raro diamante. Y supe, lo supe de inmediato, que nos íbamos a quedar juntos. Así, sin motivo aparente. Sólo porque alguna fuerza inexplicable nos ligaba, a pesar de nosotros, a través de los años y los duelos a aquel momento y a aquella certeza de que jamás habíamos estado solos